miércoles, 6 de noviembre de 2024

En Agua y Jabón de Marta D. Riezu dice:

 "Mis paseos favoritos han sido de viaje en coche por España, por la tarde, al salir de un restaurante. Igual que en el cine, uno no debe abalanzarse a opinar. Hablar de lo que se ha comido justo después de haberlo comido es una ordinariez. Hay una reticencia enfurruñada a ir enseguida hacia el coche. La caminata sirve de transición desengrasante entre los sentidos concentrados en la mesa y la percepción fértil del paisaje. Estamos en una ciudad desconocida, avanzamos en silencio por las calles –mejor aún si cuando estábamos dentro del restaurante llovía, y ya ha parado–, entramos en un estado de disponibilidad. En ese momento diríamos sí a todo."

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Cómo vamos a ser conscientes de lo que vemos, comemos, hacemos, escuchamos –larga lista de verbos– si nunca nos detenemos a procesarlo y que nada más acabar estamos pensando en lo siguiente, es que es una mierda. Casi nunca recuerdo nada de lo que hago y cómo eso me afecta porque no le doy tiempo, simplemente engullo (qué palabra tan fea) engullo y engullo sin parar todo lo que me rodea. Dejamos de ser personas para convertirnos en maquinarias –con algún que otro cortocircuito– que no paran de rodar.

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Ayer, fui al cine a ver Los destellos, (magnífica película que quiero volver a ver), y al salir, tuve que pararme a pensar en qué me había removido y cómo me había tocado tanto, así que me senté en un portal justo a la vuelta de la esquina del Renoir y en las notas del móvil apunté lo que sería más tarde mi review en Letterboxd y me gustó, me gustó escupir todas esa verborrea mental que tenía atrapada porque ahora sigo acordándome de lo que vi y como me sentí. 

Más tarde leí a alguien que decía "cuando dos personas que se quieren bailan una buena canción no hace falta mucho más" y es que sí. Ahora solo quiero y espero bailar algún día una buena canción con mi padre.